domingo, septiembre 10, 2006

Steve Jobs, el hombre que inventó y reinventó las Macintosh

Un tipo Macanudo

Fundo Apple a los 21 y sus propios socios lo echaron nueve años más tarde. Durante una década, se dedico a revolucionar los dibujos animados en Hollywood. Hasta que en el 97 Apple estuvo a punto de quebrar y tuvieron que pedirle que volviera. Veinte años después de fundarla, Steve Jobs volvió a Apple para ponerla de nuevo cómoda en la punta. A continuación, vida y obra del hombre que se dedica a inventar y reinventar las computadoras mejor que nadie.

CRISTINA CIVALE

Que quede claro: antes de Steve Jobs, las computadoras eran cajas enormes, tipo muebles, rectangulares, llenas de tubos, enclavadas en las paredes de empresas de avanzada o en oficinas gubernamentales. Steve Jobs hizo posible que las computadoras sean personales, que se hayan convertido en objetos bonitos y pequeños, adecuados tanto para el living como para el escritorio. Se ocupo de que sean fácilmente manejables a través de un sistema grafico visual comprensible hasta por los niños, un sistema amigable.

Steve Jobs dijo una vez que había creado las computadoras para el resto de nosotros. Cuando lo hizo sólo tenía 21 años. Y todo lo que vino después fue plagio, imitación, astucia, oportunidad. Lo de Jobs y su gente fue creación pura. Ellos pusieron la primera semilla que luego alimento y enriqueció a muchos, incluyéndolos a ellos mismos, por supuesto.

Hay quienes pensaron que en los 70, la era de la música disco y de Jimmy Carter, Silicon Valley se había convertido en el equivalente a la Florencia del Renacimiento, que los chips y los procesadores correspondían a los mármoles y a las paletas y que los talleres primitivos de los artistas en formación eran reemplazados por los garajes de las casas familiares. Algo de razón tenían.

UNA EMPRESA DE GARAJE

A los doce años el niño Steve Jobs llamo por teléfono a William Hewlett, presidente de la compañía Hewlett-Packard y le dijo: “ Hola, tengo 12 años y estoy construyendo un contador de frecuencia. Necesito que me facilite algunas piezas”. William Hewlett creyó que se trataba de una broma, pero de todos modos charlo con el chico durante veinte minutos. Al cabo de la conversación, el niño no le parecía tan niño, ni la conversación, una broma. Jobs no solo consiguió las piezas que necesitaba. También se hizo de un trabajo de verano en la compañía del viejo Hewlett. Corria 1967 y Steve Jobs comenzaba a perfilar la persona en la que iba a convertirse: un hombre impetuoso, seductor y visionario.

Según alguna vez escribió Tom Wolfe sobre Silicon Valley, “existe algo que algunos psicólogos denominan el Efecto Halo. La gente que lo posee parece saber con firmeza lo que hace y consigue que los otros lo admiren por ello”. Logra que los demás perciban su cualidad y la reconozcan. Esa es la virtud de Jobs: lograr que todos crean en él. El primero que creyó en el fue el otro Steve, Steve Wozniak, alias Woz, otro prodigio que a los trece años ya había inventado una fabulosa calculadora. En 1975 Woz asistía al Homebrew Computer Club que usaba un garaje como lugar de reuniones. El club era un lugar de encuentro para fanáticos de la computación que intercambiaban proyectos, permutaban hardware e intercambiaban copias de programas nuevos. Presentados por Bill Fernández, un amigo común, los Steve comenzaron a asistir juntos al club. Ambos compartían su interés por la electrónica y eran grandes humoristas. Su primer éxito conjunto fue una caja azul con la que hablaban gratis por los teléfonos públicos. No los excitaba hablar gratis, sino burlar un sistema. Woz dejo la Universidad de Colorado después de un año de pasearse por las aulas jugando al bridge y Jobs se alejó de Reed College después de un semestre durante el que experimento con distintas religiones orientales. Woz trabajaba para la Hewlett-Packard y Job fabricaba videogames para Atari. La amistad se disipo cuando Jobs decidió raparse el pelo ─que hasta entonces le pasaba los hombros─ e irse a la India para seguir el camino de Buda. Al regresar a Estados Unidos vivió en una comunidad de Oregon. De esa época le quedo su devoción por la comida vegetariana y el consumo compulsivo de agua. Pero todo en su vida indicaba que debía volver al garaje paterno, y así lo hizo.

Al poco tiempo, ya estaba de regreso para hacer nuevamente patota con Woz, que acababa de perfeccionar su primera computadora personal. El invento volvió loco a Jobs. Creía que tanto Hewlett-Packard como Atari se arrancarían los pelos por comprarles el prototipo, pero ninguna de las dos empresas mostró el mas mínimo interés. Jobs creyó que era hora de fundar su propia compañía. Como la historia de las grandes bandas de rock, la de Apple también empezó en un garaje. Se instalaron en el de la familia Jobs, donde el padre de Steve desmontó el taller mecánico con el que había alimentado a su familia durante toda la vida. A ellos se sumo Mak Markulla, el único del trío que entendía de negocios, y los tres fundaron la ya mítica corporación. Lo del garaje funciono el tiempo suficiente para convertir al lugar en mito.

Con Markulla llegaron las inversiones y el trío Apple se mudo a unas oficinas en pleno Cupertino. Empezaron el negocio con una base de un cuarto de millón de dólares, entre préstamos, inversiones y aportes propios.

LA MANZANA Y LOS ADEPTOS

Steve Paul Jobs fue un bebé huérfano adoptado en 1955 por Paul y Clara Jobs en Mountain View. Poco después de adoptar a Steve, los Jobs se mudaron a Silicon Valley. Paul Jobs era mecánico y amante rudimentario de la electrónica. Le gustaba mostrarle a su hijo como armar y desarmar aparatos, y Jobs reconoce en él a su mentor.

Si bien Jobs se pasó parte de su juventud tratando de averiguar quienes eran sus verdaderos padres, su preocupación no le quitó el vigor que invirtió en la empresa que acababa de fundar con sus dos socios. En Apple se trabajaba por una causa, por la idea de cambiar el mundo, de democratizar la tecnología y ponerla al alcance de la mayor cantidad de personas posibles. La computadora ideada por Woz se convirtió en la Apple I y ese fue el primer gran paso del resto de un trabajo que nucleó al mejor equipo de personas para fabricar el mejor producto posible.

Apple se había transformado en un mito. Todos los días llegaba hasta sus oficinas una peregrinación de profesionales “Volkswagen” esperando conseguir trabajo. Todos querían trabajar y mucho. No les importaba hacer cola y esperar. La mística le ganaba al dinero y una vez que conseguían el trabajo se ponían la camiseta, literalmente: cada nuevo emprendimiento de la empresa tenía su camiseta. En una de ellas podía leerse: “Trabajo 90 horas por semana y me encanta”. Ese concepto era un Steve Jobs en estado puro. El gurú había nacido y allá estaban sus adeptos.

LOS PIRATAS

A finales de los 70, Apple desarrollo otro modelo de computadora personal: Lisa, nombre de una hija no reconocida que Steve Jobs engendro con una novia de las épocas del garaje. Lisa fue una verdadera revolución. Su desarrollo visionario se debió a una visita guiada que Jobs y su equipo hicieron a los laboratorios de Xerox. Allí, Jobs pudo conocer lo que en el lenguaje nerd se llama “interface grafica” e inmediatamente vio su potencial comercial. Xerox tenia “interface grafica” , pero no la usaba. Inmediatamente, Jobs puso a sus mejores ingenieros a trabajar para conseguir su propia interface y hacerla funcionar en lo que seria Lisa.

Ese equipo fue un grupo de privilegiados. Se los llamó “Los piratas” y tenían sus propias prebendas: volaban en primera clase, tenían las mejores oficinas, jugos y comidas gratis y, por supuesto, las maravillosas camisetas con las que ostentaban su pertenencia al grupo y sus infinitas horas de trabajo.

El único problema de la Lisa fue que, una vez terminada, su precio rondaba los diez mil dólares. Se imponía crear otro modelo con los mismos beneficios pero más barato. Fue la Apple II. En las oficinas de Cupertino ya había dos equipos trabajando en dos productos que competían entre si. Ambos bandos, los piratas y los de Apple II, se odiaban a muerte, bajo la cizaña vampiresca de Jobs, que lo vivía como una gracia. La leyenda cuenta que una noche, en el bar donde todos solían reunirse, los piratas empezaron a gritar “Somos el futuro”, mientras que los de Apple II les contestaron gritando “Somos el dinero”. Enseguida se desato una batalla campal. Se tiraron con bolígrafos, capuchones y tazas, mientras Jobs los miraba fascinado en el ejercicio de su pasión y no dejaba de decir, para horror de quien lo escuchara: “¡Maravilloso, maravilloso!

RIDLEY SCOTT Y 1984

Finalmente llegó el proyecto Macintosh, el verdadero niño mimado de Jobs. La Macintosh, como la Apple I, tampoco fue un invento de Jobs, sino que corresponde a uno de sus ingenieros, Jeff Raskin. Jobs en persona capitaneaba el equipo que construyó el proyecto con el que nuevamente pretendían impactar al mundo. Fue el tiempo en que los tres socios consideraron oportuno contratar un presidente para la compañía, que hiciese de ella una empresa mas prestigiosa y seria, que le quitara el tufo alocado y hippista que podía llegar a ahuyentar inversores. Necesitaban un hombre de Wall Street y fueron por el: John Sculley, presidente de la Pepsi Corporation. Tras meses de coqueteos lograron llevarlo para su bando. Si bien durante dos años Jobs y Sculley trabajaron fascinados y seducidos el uno por el otro, fue el propio Sculley quien, en un lobby inigualable, consiguió echar a Steve Jobs de la empresa que había fundado. Pero para esto faltaba todavía un poco, faltaba que ambos diesen su gran numero, la presentación pública de la Macintosh. Contrataron a Ridley Scott para que filmara el comercial con que iban a presentar el nuevo producto. Y el comercial literalmente dejo a todo el mundo sin aliento. Fue presentado en un estadio de béisbol, donde mas de 30 mil personas pudieron ver en las pantallas gigantes como un grupo de esclavos, grises y con la cabeza gacha, dominados por la voz del Gran Hermano, caminaban a cámara, con el rumbo perdido. Estaban parodiando 1984 de George Orwell. A continuación, los esclavos era liberados por una heroína vestida de colores vivos que, con un bate de béisbol, rompía la pantalla y la convertía en luz, de la que surgía la Macintosh, la computadora que liberaría al mundo de la esclavitud del Gran Hermano (léase: de la esclavitud de IBM). Al final del comercial podía leerse una leyenda que luego hizo historia: “1984 no será como 1984” .

Las ventas de Macintosh no fueron tan conmovedoras como la publicidad y John Sculley creía que el problema de la empresa era el propio Jobs. Tras meses de lobby, en una reunión en la que estuvo presente todo el directorio, consiguió que se votara en presencia de Jobs por su dimisión.

Jobs siguió en la compañía con un titulo inútil y honorífico y fue trasladado a unas oficinas lejanas donde cada vez se lo apartaba más del negocio. Era una caída estrepitosa. Cuenta la leyenda que Jobs suplicó como un niño para volver al directorio. Prometió portarse bien. Pero nadie lo escuchaba. Jobs se deprimido. Vendió muy bien parte de su paquete accionario y se fue de viaje a Paris y a la costa italiana que da al Adriático. A su regreso renunció ante la junta ejecutiva: “Ya tengo 30 años y debo hacer algo distinto con mi vida”. Era 1985 y no se estaba rindiendo. Iba a sobrevivir sin Apple durante 10 años antes de volver con la gloria de los grandes, siendo en el trayecto igualmente glorioso.

JOBS VA A HOLLYWOOD

Al dolor de haber sido escupido sin piedad por sus propios aliados, Jobs volvió a interponer su carisma, su infinita capacidad de trabajo y su don visionario. Se llevo a cinco personas de Apple, todas claves para el funcionamiento de la empresa. Con ellas fundó NexT, una empresa que se dedicaría a crear un magnifica computadora para el área de la educacion.

El desarrollo de este nuevo producto no fue exitoso y apenas lograron ubicarse unas 50 mil unidades. Jobs, en tanto, desarrollo un software llamado Nextstep, que si se las traía. Paralelamente le compró a George Lucas la rama de animación computarizada de su empresa y fundó Pixar, a la vez que realizó un acuerdo con la Disney para distribuir todo lo producido por su nueva firma. Así, desde la flamante Pixar produjo Toy Story, una película que no sólo ganó un Oscar sino que, con 184 millones de dólares, se ubicó tercera en recaudaciones en Estados Unidos entre las películas animadas de todos los tiempos, luego de Aladino y Mulan. Corría 1995, habían pasado exactamente diez años desde que había sido echado de Apple. Al año siguiente, en Apple se negociaba la salida de Sculley, que había llevado la empresa a la ruina. Entonces ya asomaba el reingreso de Jobs, con el beatífico rótulo de asesor.

En 1997, Apple le compra a Jobs el software Nextstep por 430 millones de dólares y lo contrata abiertamente como asesor. Hoy es iCEO de Apple, es decir presidente interino. De esa vuelta triunfal es hija la iMac y ahora la iBook, los nuevos productos pergeñados por Jobs y su equipo.

Curiosamente, quien puso el aliento para que las llantas de Apple no bajaran a tierra después de la partida de Sculley fue el hombre acusado desde los inicios de los 70 de robarle a Jobs sus mejores ideas. Por supuesto, estamos hablando de Bill Gates que, con 150 millones de dólares, le sacó las papas del fuego a Apple, donde relevaron al directorio casi por completo al tiempo que se anuncio una alianza gracias a la cual Apple y Microsoft se autorizaban mutuamente a usar las patentes de sus productos. Así nacieron las Power PC y las Power Mac, hijas prodigas de la calidad Apple y el precio PC. Ese fue el regreso triunfal de Jobs.
JOBS VUELVE A CASAApenas un año después de volver a casa, en la primavera del 98, Jobs lanzó la iMac, bajo el slogan “combina el atractivo de Internet con la simplicidad de Macintosh” . Por primera vez existían computadoras de colores ─rosa, verde, naranja, azul y violeta─, que además eran livianas, baratas, con énfasis en el diseño y guiños varios hacia el usuario macfan y hacia un mercado saturado de clones. Pero hoy, a pesar del look futurista, la iMac ya es historia. Esta llegando la iBook, presentada por Jobs a finales de julio de este año en el Java Convention Center de Nueva York, rodeado de miles de fans y acompañado por Noah Wyle, el actor que hizo de Jobs en la película de TNT, Piratas de Silicon Valley. La iBook ─que podrá comprarse a partir de setiembre en Estados Unidos a mil seiscientos dólares─ es una mezcla de iMac y powerBook (nombre de la computadora portátil de Apple) que bien podría ser un objeto digno de la pelicula Marte ataca. Pero, de nuevo, no todo es diseño. Después del tropezón financiero y de la distancia acortada por las PC en los últimos años, Apple vuelve a estar en la punta, cómodo: la iBook da la opción de comunicarse a Internet como si se tratara de un teléfono inalámbrico, mientras que con el sistema Quicktime TV se puede ver televisión de alta calidad por la red. Y todavia falta el nuevo sistema operativo MacOS 9 y el buscador Sherlock 2. Pero mientras tanto, gracias a aquel jointventure entre macabro y celestial, Jobs comenzó la gloriosa Era i ─el mejor recuerdo tecnológico del último año del milenio─ y Gates logró purificar años de deslealtades

Leer y escribir

No siempre el último invento anula los anteriores. La alfabetización digital no supera a la lectura ni a la escritura tradicionales.

BEATRIZ SARLO*


Cuánto tiempo lleva aprender a leer y escribir? La respuesta difiere si se trata de un chico o de un adulto, pero, como sea, nunca es menos de un año, siendo optimistas extremos. Aprender a leer traza un umbral, porque no se adquiere solamente una capacidad de descifrar signos, sino una máquina con la que se fabrica cualquier cosa. Se trata, por lo tanto, de algo que no puede ser comparado con nada.

Por eso, la idea misma de alfabetización digital tiene mucho de engañoso. Nadie se al-fabetiza dos veces, precisamente por el carácter de límite entre un antes y un después que tiene el aprendizaje de esos signos abstractos y arbitrarios que son las letras. La alfabetización digital es sólo el dominio de unas de las posibilidades que ofrece la escri-tura: la de leer y escribir signos en una pantalla de computadora, conectada eventual-mente a otro sistema de computadoras en red. Hay destrezas madres y destrezas hijas. La lectura y la escritura son algo así como la marcha sobre las dos piernas con el cuerpo erecto: se necesitaron millones de años para llegar a ella y todavía sigue siendo el modo de desplazamiento material básico de los humanos y hasta para moverse por la luna fue necesario saber caminar. No siempre el último invento anula todos los anteriores. Nadie pregunta qué hay que saber para hablar por celular: todos quieren hacerlo y todos aprenden. Se necesitaron muchos siglos para perfeccionar los sistemas de escritura y de cálculo que usamos hoy, que son muy antiguos y que todavía son la base, dentro de In-ternet y fuera de ella, para conservar mensajes y trasmitirlos.

Cuando las noticias (más o menos una vez por mes) se extienden sobre las dificultades que tienen los maestros argentinos con la alfabetización digital, pasan por alto el corazón del problema. Es cierto, como lo indican las investigaciones, que las escuelas argentinas están atrasadas en tecnología, que un tercio de los maestros nunca escribió un texto en computadora y que poco más de dos tercios no están conectado a Internet. También parece un caso de incuria local que otras naciones de América Latina estén más adelan-tadas en esos rubros.

Sin embargo, vuelvo a la pregunta inicial, agregándole un objeto: ¿Cuánto tiempo es necesario para aprender a manejar un procesador de textos, una hoja de datos sencilla, un cliente de correo electrónico y un buscador de contenidos en Internet?

Cualquiera que haya inspeccionado las ofertas de cursos en el mercado sabe que, en el peor de los casos, sólo pocos meses. Por supuesto, no se trata de mandar a los maestros a la academia de la esquina, sino de definir bien cuál es el problema. Alguien que sepa leer y escribir sin faltas de ortografía y que haya cursado varios años de secundario dominará cualquier buscador de contenidos en dos días o en dos horas. Quiero decir que estará en condiciones de tipear algunas palabras y recorrer las páginas de resultados. Sólo es necesario que la tecnología y la conexión a Internet estén económicamente a su alcance. Logrado esto, empieza lo verdaderamente difícil.

Internet es un mundo sin índices ni jerarquías reconocibles a primera vista. Cuando se habla de miles de millones de páginas, la palabra páginas describe algo bastante aproximado a lo que sucede: pantallas y pantallas de información escrita, visual o sonora que sólo en algunos casos (y hay que saber cuáles son) entregan lo que prometen en términos de contenidos. Como si alguien debiera buscar las respuestas a sus interrogantes en medio de una tormenta de hojas de libros sin encuadernar y sin numerar. Lo difícil no es manejar esa tecnología sino estar intelectualmente preparado para navegar esa masa indócil de datos. Como no se trata de un videojuego, más que tipear rápido es necesario pensar bien y haber acumulado antes la mayor cantidad de informaciones: cuanto más se sabe, cuantos más libros se han leído, mejores hojas se pescan en el torbellino de la red, donde las buenas soluciones las encuentran quienes también son capaces de encontrar las buenas soluciones en los libros impresos.

* Revista Viva, Clarín, 16 de abril de 2006.